La pedagogía del caracol1. Este es el título del
libro cuya lectura ha compartido todo el Equipo Docente de nuestro colegio,
durante el mes de diciembre. Se trata de una de las actividades del Seminario
de formación que da continuidad, como hilo conductor, al proyecto de Educación
Emocional de nuestro centro. Una actividad que nos ha permitido la búsqueda y
el encuentro de espacios de reflexión tanto personal como compartida sobre la
necesidad de detenernos a mirar, pensar, meditar sobre
nosotros mismos y nuestro apasionante trabajo.
Y es que la lentitud es una cualidad de la educación. No
puede haber educación rápida: la lentitud está en la esencia misma del acto de
aprender. Nos lo muestran los propios ritmos naturales de la tierra, que nos
enseñan que las pausas son fecundas, que son en realidad un tiempo “lento”
lleno, sin embargo, de otra “actividad” interior absolutamente necesaria…
Por ello nos planteamos… ¿verdaderamente tenemos que correr
en la escuela? ¿Es esta la mejor estrategia?...
¿No sucede que la pedagogía de nuestros días, con sus prisas por acabar
los programas, termina por apagar la curiosidad y la creatividad de los niños?
En las notas de Beethoven, en las pinceladas de Van Gogh, en el martillo de
Miguel Angel… encontramos la “lentitud” creativa…
Quizá debamos rebelarnos contra el imperio de la velocidad:
esa velocidad que acelera nuestras vidas pero que no nos lleva a ninguna parte.
Y que contamina la escuela, la desnaturaliza y la convierte en una institución
en la que palabras como “excelencia”, “promoción”, “resultado”,
“competitividad” o “selección” vuelven a estar de moda… Necesitamos una escuela
que vuelva a poner el acento en aquellos aspectos que configuran su vertiente
más humanista. Menos es más también en educación.
En
nuestro cole creemos que es necesario recrear ese otro camino, lento,
tranquilo, misterioso, reconfortante… Que es necesario reflexionar juntos sobre
el sentido del tiempo educativo y la
necesidad de adoptar estrategias didácticas de “ralentización.”
Creemos que la escuela debe ser a la medida de los niños y niñas, que esperan ser acogidos, escuchados,
comprendidos… Por eso, “perder el tiempo” para conocerles y acogerles
debidamente es siempre tiempo ganado que tiene la capacidad de
transformar el aprendizaje… La sonrisa, el aliento, la meditación, el abrazo,
las relaciones, el placer de tomarse a veces la “libertad” de parar las agujas
del reloj… o de quedarnos más tiempo en
algunos aprendizajes, porque lo
necesitamos... , o porque queremos más… va todo a nuestro favor… nos
hace bien…
Creemos que las
relaciones auténticas y profundas, que nos guían positivamente y dan sentido a
nuestra existencia, tanto en la escuela como en la vida, son capaces de
irradiar humanidad, profesionalidad, compromiso y bienestar… si no nos obsesionamos por la impaciencia y
las neuróticas prisas… ¿acaso no es cierto que las experiencias más hermosas y
felices las vivimos a través de sensaciones placenteras que no están influidas
por el ansia del tiempo que pasa?
Creemos que cualquier aprendizaje, para ser verdaderamente
significativo, ha de recorrer tres experiencias: el juego, el estudio y el
trabajo manual; o dicho de otro modo: el placer, el compromiso y la
competencia… Se aprende con el cerebro, con las manos, con los sentidos y con
el corazón.
Creemos que la escuela debe ser un lugar en el que aprender
a aprender, a pensar con la propia cabeza, a ser responsables…
Creemos que la escuela es un lugar donde aprendemos juntos,
no por separado. Por ello es importante “perder el tiempo” para que una clase
anodina se convierta en un grupo.
Creemos que los conocimientos no son un contenido que hay
que cambiar de un recipiente a otro, sino que deben ser construidos,
reelaborados… y no caben en programas veloces y rígidos definidos hasta mínimos
detalles…
Creemos, en definitiva, que la centralidad de los niños y
niñas requiere recorridos pausados y, sobre todo, que confieran un espacio
mucho más amplio al ámbito afectivo y relacional.
Y ahí andamos… sin
prisa, pero sin pausa… pasito a pasito, haciendo camino al andar, disfrutando del recorrido, amando la escuela que pisamos cada día, y
comparándola con nuestra escuela ideal, para que cada día se parezcan más… para
que algún día sean la misma…
1 La pedagogía del caracol. Por una
escuela lenta y no violenta. Gianfranco Zavalloni. Ed. Grao.