LA ATENCIÓN PLENA (MINDFULNESS)
El desarrollo y la práctica con nuestros alumnos de la atención plena es el punto de partida y el eje transversal de nuestro proyecto de centro de Educación Emocional.
La entendemos como un estilo de vida basado en la consciencia y la calma que permite vivir íntegramente en el momento presente. Esto les permitirá disfrutar más de la vida y aprender mejor.
La práctica de la atención plena puede producir numerosos beneficios en las personas, entre los que destacan el aumento de la concentración, el mejor control de pensamientos, emociones y conductas, cambios positivos a nivel neurológico y efectos físicos saludables como la regulación de la presión arterial, la mejora de la respiración o la potenciación del sistema inmunológico…
En el terreno educativo existen experiencias que avalan las importantes posibilidades de su aplicación. Entre estas experiencias destacan “Mindfulness Education Program for Children” desarrollado en Vancouver, Canadá, o “The Mindful Child”, de Susan Kaiser Greenland. Este último se trata de un libro que recoge interesantes propuestas para trabajar la atención plena con niños y jóvenes. En nuestro centro la publicación AULAS FELICES , del equipo SATI de Zaragoza, ha contribuido a que iniciemos este tipo de prácticas de atención plena en nuestras aulas, siguiendo las orientaciones de este Programa, cuyas ideas resumimos aquí.
Así, no consideramos la atención plena como una simple técnica concreta, sino como una actitud global ante la vida, aunque su aprendizaje parte de sencillos ejercicios de relajación, consciencia y meditación que, progresivamente, ayuden a nuestros alumnos a irla asentando como un hábito más o menos permanente en su vida. Son ejercicios que propician un estado de consciencia y calma en los que intentamos aquietar el cuerpo y la mente para observar con serenidad y aprender a mejorarnos como personas.
Para nuestros fines educativos nos fijamos como meta que nuestros alumnos sean capaces de logar un estado de consciencia y calma que les ayude a conocerse mejor, autorregular su conducta y ser más conscientes del momento presente, como modo de alcanzar mayor bienestar y felicidad. Este estado de quietud nos permite observar nuestras experiencias, aceptarlas tal y como son y aprender de ellas.
Vivir el momento presente es un milagro, porque permite apreciar la paz y la belleza de cuanto está a nuestro alcance… si nuestro cuerpo está aquí, pero nuestra mente está en otro sitio, podemos perdernos muchos de los momentos que tengamos para vivir por no estar aquí plenamente para ellos.
Por otro lado, la atención plena crea una “postura observante” que incrementa la autoconciencia y la oportunidad de escoger y dirigir nuestras acciones. La atención plena nos posibilitará impulsar nuestras fortalezas globales y actuar sobre ellas.
La atención plena nos permitirá “saborear” las buenas experiencias, siendo más conscientes de ellas; pero también observar de un modo receptivo hechos neutros o incluso negativos y aceptarlos o valorarlos intentando aprender de ellos, extrayendo oportunidades de cambios positivos en nuestras vidas. La atención plena facilitará también lo que algunos investigadores llaman experiencias de flujo… fluir con la propia vida, involucrándonos en la actividad que realizamos de una manera “comprometida” y “significativa”, en palabras de Seligman.
Las actividades y ejercicios que se llevan a cabo en todas las aulas, adaptadas a las edades de los alumnos, son muy variadas e incluyen:
- Meditación basada en la respiración.
- Ejercicios de relajación.
- Aplicaciones de la atención plena a la vida cotidiana.
Con estas últimas, pretendemos que la atención plena sea algo más que un ejercicio relegado a un momento puntual del día, y que se incorpore efectivamente a la actividad diaria, intentando despertar en los niños y niñas esa actitud tranquila y consciente. Muestra de ello son actividades como “el saboreo”, “lo mejor del día”, “música inicial”, “un guijarro en el bolsillo”, “versos para vivir”, “la hora de la atención plena” o “pausas de atención plena en la vida diaria”, que se llevan a cabo indistintamente:
- Al comenzar la primera hora de la mañana o de la tarde
- Después del recreo o de actividades más “movidas”.
- En la transición de una actividad a otra que requiera más concentración.
- Cuando haya surgido un conflicto. Como paso previo para abordarlo.
- Como pausa reparadora después de un trabajo intenso.
- En épocas de exámenes o momentos de mayor trabajo intelectual…
Si conseguimos que los niños, desde edades tempranas, aprendan a vivir de un modo más consciente, estaremos contribuyendo a educar a las personas libres y responsables, más capaces de controlar su vida y, en definitiva, de ser felices. La atención consciente en la vida cotidiana se traduce precisamente en esto: en disfrutar más de lo positivo y en poder transformar lo negativo conduciéndonos a niveles más elevados de bienestar.